El trabajo infantil se refiere a la participación de niños y niñas en cualquier forma de trabajo que priva a los menores de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y mental. Está considerado un grave problema a nivel mundial, ya que viola los derechos fundamentales de los niños y tiene consecuencias negativas para su educación, salud y bienestar.
Pero ¿por qué hablamos de este tema? Seguramente pensarás que el trabajo infantil es algo residual que no tiene a penas afectación, puesto que es evidente que todos los países están en contra y que existen múltiples organizaciones que batallan para que así sea. Pues bien, no: El trabajo infantil está experimentando un alarmante aumento en todo el mundo, según un nuevo informe conjunto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF. Los datos revelan que actualmente hay 160 millones de niños trabajadores, lo que supone un incremento de 8,4 millones en los últimos cuatro años. Además, se estima que varios millones más están en riesgo debido a los efectos de la pandemia de COVID-19.
El informe, titulado «Trabajo infantil: estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir», destaca que los avances logrados para erradicar el trabajo infantil se han estancado por primera vez en dos décadas. Anteriormente, se había observado una disminución de 94 millones de casos de trabajo infantil entre 2000 y 2016. El informe también resalta un aumento significativo en el número de niños de 5 a 11 años que trabajan, representando más de la mitad de todos los casos a nivel mundial. Además, se observa un aumento de 6,5 millones de niños de 5 a 17 años que realizan trabajos peligrosos, es decir, aquellos que ponen en riesgo su salud, seguridad o moral, llegando a un total de 79 millones.
Debemos conocer la importancia de tomar medidas urgentes para proteger a esta nueva generación de niños en riesgo, señalando que la protección social inclusiva y las inversiones en desarrollo rural y trabajo decente en el sector agrícola son fundamentales para abordar este problema.
El informe destaca que en África subsahariana se han producido 16,6 millones de nuevos casos de trabajo infantil en los últimos cuatro años debido al crecimiento demográfico, las crisis frecuentes, la pobreza extrema y la falta de medidas adecuadas de protección social. Incluso en las regiones donde se habían logrado avances desde 2016, como Asia y el Pacífico, y América Latina y el Caribe, la post pandemia de COVID-19 amenaza con revertir esos progresos. A nivel mundial, se estima que nueve millones de niños corren el riesgo de verse obligados a trabajar como resultado de la pandemia para fines de 2022. Si no cuentan con una cobertura de protección social esencial, esta cifra podría aumentar a 46 millones.
Además, la lucha contra el trabajo infantil se está deteriorando, especialmente debido a los confinamientos, cierres de escuelas y crisis económicas provocadas por la pandemia. Se insta a los gobiernos y a los bancos internacionales de desarrollo a priorizar las inversiones en programas que permitan a los niños abandonar el trabajo y regresar a la escuela, así como en programas de protección social para apoyar a las familias en esta labor. El informe proporciona datos adicionales sobre el trabajo infantil, como que el 70% de los casos ocurre en el sector agrícola, el 20% en el sector de servicios y el 10% en el sector industrial. También se destaca que casi el 28% de los niños de 5 a 11 años y el 35% de los niños de 12 a 14 años que trabajan no están escolarizados. Además, se observa una mayor incidencia de trabajo infantil en áreas rurales (14%) en comparación con las zonas urbanas (5%).
El trabajo infantil conlleva graves riesgos físicos y mentales para los niños, limita sus oportunidades de educación y futuro, y perpetúa el ciclo intergeneracional de pobreza y trabajo infantil. Para abordar esta problemática, la OIT y UNICEF instan a fomentar una protección social adecuada, aumentar la inversión en educación de calidad, promover el trabajo decente para los adultos, poner fin a la discriminación y fortalecer los sistemas de protección infantil y el desarrollo rural.

En el marco del Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, la alianza internacional Alliance 8.7, compuesta por UNICEF y la OIT, insta a los Estados miembros, empresas, sindicatos, sociedad civil y organizaciones regionales e internacionales a redoblar sus esfuerzos en la lucha contra el trabajo infantil y asumir compromisos de acción concretos.
Comencemos por el principio: El trabajo infantil está mal por varias razones. En primer lugar, los niños tienen derecho a disfrutar de su infancia, jugar, recibir educación y desarrollarse plenamente. El trabajo prematuro les priva de estas oportunidades esenciales para su crecimiento y desarrollo. Además, el trabajo infantil suele ser realizado en condiciones peligrosas y perjudiciales para la salud de los menores. Los niños pueden ser expuestos a riesgos físicos, emocionales y psicológicos, y pueden sufrir abusos y explotación.
La legislación de los países varía en cuanto a la regulación del trabajo infantil. Sin embargo, existe un consenso internacional en la necesidad de proteger a los niños de esta práctica. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha adoptado el Convenio Nº 182 sobre las peores formas de trabajo infantil, que prohíbe y busca eliminar las formas más extremas y perjudiciales de trabajo infantil, como la esclavitud, la servidumbre, la explotación sexual, el reclutamiento forzado en conflictos armados y otras actividades que pongan en peligro la seguridad y salud de los menores.
Muchos países también cuentan con leyes nacionales que prohíben el trabajo infantil y establecen la edad mínima para el empleo, así como regulaciones sobre las horas de trabajo, la protección de la salud y la seguridad de los menores en el entorno laboral. Estas leyes suelen establecer sanciones y medidas de protección para garantizar su cumplimiento. Pero ¿Qué países nos preocupan más? Corea del Norte, Somalia, Sudán del Sur, Eritrea, República Centroafricana, Sudán, Venezuela, Papúa Nueva Guinea, Chad y Mozambique, donde existe más explotación laboral infantil. Yemen, Nepal, Myanmar, Perú y Bolivia, donde el trabajo infantil afecta a un alto porcentaje de niñas y niños, especialmente en tareas agrícolas y domésticas. China e India, donde hay un alto riesgo de trabajo infantil, sobre todo en la industria textil y el sector informal.
¿Y en España? Así, la ley prohíbe la admisión al trabajo a los menores de 16 años, salvo con un permiso especial para espectáculos públicos, y detalla que los menores de 18 no pueden realizar trabajos nocturnos, trabajar más de ocho horas diarias o hacer horas extra.
En España no existen casos significativos de explotación laboral, son casos aislados y residuales, y cuando se detectan, se toman medidas. En España no hay niños soldados, el matrimonio forzado no existe, y los casos que se presentan son excepcionales y muy particulares, sin constancia de trabajo forzado para pagar deudas familiares. Sin embargo, de acuerdo con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en nuestro país existen 20,000 menores víctimas de explotación infantil. Estos casos, el trabajo infantil se oculta detrás de la explotación sexual y la trata de personas, afectando principalmente a mujeres (96.11%) y a extranjeros (91.53%) provenientes de países como Rumanía, Nigeria, Paraguay y República Dominicana.
Pero, en este punto, surge la pregunta: ¿Qué ocurre con los niños que ayudan en negocios familiares o en actividades relacionadas con la ganadería y la agricultura? Según el programa «Sin tiempo para crecer» desarrollado por UGT en 2005 y 2006 (que solo se implementó durante esos dos años), se evidenció una explotación laboral excesiva en algunos menores que trabajaban en el campo como temporeros, en campañas como la de tomate en Badajoz, cereza en Cáceres, aceituna en Jaén y fresa en Huelva. En un comunicado, UGT señaló que entre los problemas más importantes que enfrentan los niños que viajan con familias temporeras se encuentran el fracaso escolar (un 40%), el desarraigo y la falta de adaptación (un 20%) y la falta de escolarización (15%).
Sin embargo, no se considera trabajo infantil si se trata de una ayuda esporádica en actividades familiares, siempre y cuando no se vea afectada la asistencia escolar ni se impida el cumplimiento de sus responsabilidades y se realice en su tiempo libre, en colaboración con sus padres y con oportunidad de aprendizaje. Aunque el trabajo infantil se ha reducido en un tercio a nivel mundial en lo que va del siglo, todavía queda mucho por hacer para erradicar este problema, según las organizaciones no gubernamentales. La lucha contra el trabajo infantil es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (8.7) que debe alcanzarse para 2025.
Es importante destacar que la erradicación del trabajo infantil requiere una acción conjunta de los gobiernos, los empleadores, los sindicatos y la sociedad en general. Además de las leyes y regulaciones, es fundamental promover el acceso a una educación de calidad, programas de protección social y oportunidades de empleo decente para los adultos, lo que contribuirá a reducir la pobreza y a eliminar la necesidad de recurrir al trabajo infantil.
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