Hoy en día, hay más de 154.000 abogados colegiados en España, de ellos 38.000 son autónomos que se encuentran acogidos a alguna de las dos mutualidades. En concreto, Mutualidad General de la Abogacía cuenta con cerca de 30.000 mutualistas, y Alter Mutua con más 8.000.
Como observáis, un alto porcentaje de los abogados colegiados son autónomos. Eso significa que son profesionales liberales. Según el Diccionario de la Real Academia Española, profesiones liberales son aquellas actividades en las cuales predomina el ejercicio del intelecto, que han sido reconocidas por el Estado y para cuyo ejercicio se requiere la habilitación a través de un título académico. Y si bien esta definición es cierta en tanto en cuanto ayuda a definir nuestra profesión, conozco otra definición de profesional liberal que implica, necesariamente que, este tipo de profesionales tienen una libertad de acción y de precios por su trabajo.
Un ejemplo muy claro de profesional liberal son los dentistas. Por mucho que trabajen inclusive por cuenta ajena, nadie les puede mandar cuántos empastes deben hacer, pues esto es decisión del profesional y no del empresario.
Y en nuestro caso, es exactamente igual. Cuando contratas a un abogado, no le puedes decir qué debe hacer. Debes tener como cliente la confianza extrema en este letrado.
Así mismo, fruto de esta libertad, también existe la libertad de precios. Pues bien, según el Estatuto de la Abogacía (2001) los abogados podemos poner el precio que nos dé la real gana a nuestros servicios – aunque con algunas excepciones que ya comentaré-. No obstante, siendo esta la norma general, debemos saber cómo poner el precio a nuestro trabajo.
Para ello, se me ocurren varias maneras de minutarlo. Debes elegir sabiamente y cual es mejor para ti.
El precio/hora
En primer lugar, nos encontraremos el concepto precio/hora. Esto implica que lo que le vamos a cobrar al cliente por el trabajo que le hagamos será en virtud de las horas que tengamos que verter para solucionar el caso. Nos referimos a horas efectivas de trabajo, donde se le tendrá que sumar únicamente el tiempo que dedicamos a la redacción de la demanda, a las horas efectivas en vista o elaborando cualquier otro documento de trámite, etc.
Para ello, deberemos generar un documento donde quede totalmente cerrado el precio/hora que hemos determinado. Por ejemplo: quiero trabajar por 20 euros la hora. Siendo así, lo único que deberemos hacer es calcular el tiempo que tardaríamos en resolver el caso y ya está.
La principal ventaja de este sistema es que es inequívoco. Fácil de calcular, puesto que todos tenemos un reloj para saber el tiempo que tardamos en llevar un caso concreto y el cálculo aritmético es una simple multiplicación.
Evidentemente, le encontraremos algunas desventajas. La principal es que hay casos más sencillos que otros y, el desgaste mental, aunque se pueda dar en el mismo tiempo efectivo, es distinto. Además, existe otra complicación añadida y es que, cuando le dices al cliente lo que le vas a cobrar (aunque sea de forma un poco orientativa) puedes equivocarte de mucho si no tienes mucha experiencia en ese caso concreto.
Imaginemos que les vas a minutar por 3 horas de trabajo efectivo. Pero claro, el caso tiene matices o, simplemente, es más complejo de lo que te imaginabas y le acabas echando un aproximado de 10 horas. Claramente tu trabajo no está siendo recompensado como quisieras.
Como este sistema que acabamos de relatar trae consigo algunos defectos, te invito a que sigas leyendo los que te proponemos a continuación.
El precio/dificultad
Aquí está claro. El letrado deberá hacer un cálculo sobre la dificultad del caso y, con ello, establecer un precio para solventarlo. En mi personal caso, hago mucho uso de este tipo de técnica porque, aunque parezca muy ambiguo, nos ayuda a centrar los honorarios de una forma que, sin duda, nos compensa.
Por ejemplo, yo llevo divorcios. Y si bien es cierto que los divorcios en sí (si no hay división de la cosa común y, además, parece que vayamos de mutuo acuerdo) parecen muy sencillos de entrada; ¡No os fieis! No lo son. Créeme que, por cada divorcio, mínimo tendrás unas 5 horas a tu cliente al teléfono. Te enviarán mil whatsapps fuera de horario laboral y, aunque este no sea un desgaste técnico, si que se trata de un desgaste emocional y laboral.
Vale, que cuando los escuchas realmente no estás haciendo trabajo efectivo pero, créeme que, como no te permite hacer otras cosas durante, les escuchas quejarse de sus ex’s, en realidad, si que estás perdiendo un tiempo que podrías invertirlo en otros casos y cobrar más.
Justamente por ello, considero que el sistema de precio/dificultad debe tener en cuenta el criterio de tiempo efectivo de trabajo, el tiempo de escucha y el tiempo de atención afectiva del cliente. Y, si tienes todos estos conceptos conocidos, te será mucho más fácil poder poner precio a tu trabajo. Ya sabes, existen ciertas complicaciones en nuestra vida laboral que, a veces, tengo la sensación de que tendría que haber estudiado psicología.Si el anterior sistema no es para ti, puesto que sueles llevar casos muy técnicos, que no precisan de un trato exquisito con el cliente o, simplemente, tienes poca experiencia y, por tanto, no reconoces el tiempo que puedes efectivamente destinar a un caso concreto, te aconsejo el sistema de:
El precio/baremos
Como ya hemos anunciado anteriormente, la libertad de precios de los letrados es, sin duda, un derecho que nos hemos ganado. Si bien es cierto que existen ciertas problemáticas sobre algunos letrados que, poniendo unos precios ínfimos pueden llegar a cargarse la dignidad de nuestra profesión, sigue existiendo el concepto de libertad pecuniaria.
Pero claro ¿y si nunca hemos llevado el caso que nos está a punto de entrar? ¿Y si nos han pedido una sustitución a una vista y no sabemos qué deberíamos minutar?
Pues bien, bajo el amparo de la famosa libertad de precios, los Colegios Profesionales tienen consigo una serie de baremos orientativos de lo que se puede cobrar por cada acción.
Esto, sin duda nos ayuda a orientarnos y, en caso de extrema necesidad, usarlo en nuestro favor. Igualmente, jurista mío, como ya sabrás, son criterios orientativos y no están al alcance de la ciudadanía, así que, te pido que seas cauteloso en el momento de elegir este sistema de baremos.
El precio/moral
Reconozco que el título de este apartado me ha quedado un poco hippy, pero se aplica más de lo que conocemos. Hacemos referencia a que los precios impuestos por tu trabajo variaran según las circunstancias personales del cliente y del caso concreto.
Por ejemplo, mi pequeño bufete está abierto al público en una barriada humilde de Barcelona. La mayoría de mis clientes particulares son trabajadores que, con suerte, llegan a final de mes. No trabajo a penas con empresas, así que, sabiendo que trato tanto por personas, debo reconocer su situación financiera -que repito, no suele ser buena-.
Justamente por ello, intento adaptar las formas de pago (pago fraccionado o a cuota litis) para así, poder llegar a más clientes y que estos sientan que pueden abordar mis honorarios.
Así mismo, tampoco puedo poner unos precios como lo haría otro abogado en Passeig de Gràcia o, lo que es lo mismo, en Calle Salamanca de Madrid. La adaptación al medio es, sin duda, un paso hacía el éxito empresarial.
Estimado jurista, aquí te he presentado formas con las cuales puedes aprender a poner precio a tu trabajo y, con ello, conseguir que tu profesionalidad sea recompensada. Ahora, es tu turno de elegir qué sistema crees que se adapta mejor a tus necesidades y, si uno no te funciona, no tengas miedo en probar otros. Todos ellos son válidos y se adaptaran mejor a tus exigencias y a tus aspiraciones del despacho.
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