El primer ministro japonés, Fumio Kishida, ha anunciado que dará inicio al proceso de vertido del agua residual tratada de la central nuclear de Fukushima al mar a partir del jueves.

Esta noticia ha generado una reacción inmediata por parte de países vecinos como China y Hong Kong, quienes han expresado su preocupación y han implementado restricciones a la importación de productos alimenticios japoneses.
Tanto el gobierno japonés como la compañía operadora de la central nuclear, TEPCO, han asegurado, respaldados por la agencia nuclear de la ONU, que el agua tratada no presenta riesgos significativos para la salud humana ni para el medio ambiente. Esto se debe al proceso de tratamiento que ha eliminado la mayoría de las sustancias radioactivas presentes en el agua.
El plan del gobierno japonés consiste en que TEPCO se prepare para llevar a cabo el vertido de acuerdo con el plan aprobado por la Autoridad de Regulación Nuclear. El inicio de esta descarga está programado para el 24 de agosto, siempre y cuando las condiciones meteorológicas y marítimas lo permitan.
Desde el devastador terremoto y tsunami que ocurrió en marzo de 2011 y causó uno de los peores desastres radioactivos en la central nuclear de Fukushima-Daiichi, TEPCO ha acumulado más de 1,3 millones de toneladas de agua de refrigeración de los reactores radioactivos. Esta agua se ha mezclado con aguas subterráneas y de lluvia que se han filtrado en el sitio.
Según TEPCO, el agua ha sido tratada para eliminar todas las sustancias radioactivas excepto el tritio, el cual se encuentra en niveles muy bajos de peligrosidad. El plan contempla verter hasta 500,000 litros diarios de agua al océano Pacífico, frente a la costa noreste de Japón. Sin embargo, la organización Greenpeace ha denunciado deficiencias en el proceso de filtración y ha advertido sobre la liberación de una gran cantidad de material radioactivo en las próximas décadas.
A pesar de las preocupaciones planteadas por diferentes grupos, varios expertos, incluido Tony Hooker de la Universidad de Adelaida en Australia, han enfatizado que la liberación de tritio ha ocurrido durante décadas en otras centrales nucleares sin causar impactos significativos en el medio ambiente o la salud humana.
La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) afirmó en julio que el impacto de esta descarga sería «insignificante para la población y el medio ambiente». A pesar de esto, el plan de Japón ha generado inquietudes en la región.
La decisión de Japón ha suscitado manifestaciones en Corea del Sur, donde algunos ciudadanos han expresado temores sobre la contaminación del agua que podría afectar la salinidad del mar. Aunque el gobierno surcoreano no ha expresado oposición directa al plan japonés, China ha sido más crítica. Las autoridades chinas argumentan que el océano es un bien común de la humanidad y que Japón no debería verter agua contaminada con material nuclear de manera arbitraria. Como resultado, China ha prohibido la importación de alimentos de ciertas prefecturas japonesas y ha implementado controles de radiación en productos procedentes del país vecino.
Incluso la ciudad semiautónoma de Hong Kong, un importante mercado para las exportaciones marítimas japonesas, ha anunciado restricciones similares. Estas restricciones están generando preocupación en la industria pesquera de Japón, justo cuando comenzaba a recuperarse después de más de una década desde el desastre nuclear.
En resumen, la decisión de Japón de proceder con el vertido del agua de Fukushima ha generado reacciones diversas y preocupaciones en la región, particularmente en China y Hong Kong. Aunque el gobierno japonés y diversos expertos han argumentado que la liberación controlada de agua tratada no representará un riesgo significativo, la cuestión sigue siendo motivo de debate y tensión geopolítica en la región.