Impacto del horario intensivo: menos descanso y peor alimentación en el alumnado

La implementación del horario intensivo en los centros educativos españoles desde los años 90 ha generado un impacto significativo en la salud y el bienestar del alumnado. Un estudio realizado por el sociólogo especializado en educación de la Universidad de Valencia, Daniel Gabaldón, en colaboración con Kadri Táht de la Universidad de Tallin, ha analizado los datos de las dos ediciones publicadas de la Encuesta del Empleo del Tiempo del INE.

Impacto del horario intensivo: menos descanso y peor alimentación en el alumnado

Estos resultados, respaldados por investigaciones rigurosas, revelan que los estudiantes que siguen la jornada intensiva experimentan una serie de desafíos que afectan su calidad de vida y rendimiento académico.

A medida que nos acercamos al inicio de un nuevo curso escolar y en consonancia con las recientes recomendaciones de la OCDE sobre la posibilidad de retornar a la jornada completa, surge la preocupación por el impacto negativo del horario continuo en los estudiantes. Esta modalidad se ha implementado en la mayoría de los institutos de secundaria del país y, en menor medida, en primaria.

Entre las conclusiones más destacadas de este estudio, financiado por la Comunitat Valenciana, se encuentra el hecho de que los estudiantes que siguen la jornada intensiva dedican más tiempo a hacer deberes, pasan más tiempo frente a las pantallas y duermen menos en comparación con aquellos que siguen la jornada partida.

Un punto relevante resalta cómo la concentración horaria de la jornada intensiva parece incrementar el estrés en los estudiantes, llevándolos a acostarse más tarde en comparación con sus pares de la jornada partida. El uso prolongado de dispositivos electrónicos también es más común en estos estudiantes, con un promedio de 43 minutos más al día que aquellos que asisten a la jornada partida. Esta tendencia se atribuye a la soledad que experimentan los estudiantes al llegar a casa, lo que los lleva a refugiarse en las pantallas.

En cuanto a los hábitos alimenticios, se ha encontrado que los estudiantes que siguen la jornada intensiva tienen la tendencia de comer más tarde en el día (entre las 14:00 y las 16:00), lo que se relaciona con un aumento de sobrepeso y obesidad. El momento de la ingesta alimentaria tiene un impacto en la salud, ya que las células del tejido adiposo también poseen un «reloj circadiano», lo que significa que la hora en que se come puede influir en cómo se procesan los nutrientes.

Además de estos hallazgos, se observa que tanto los estudiantes de la jornada intensiva como los de la jornada partida tienen que madrugar en exceso. España es uno de los países con horarios escolares más tempranos en Europa, a pesar de que su ubicación geográfica está más al oeste. Este desajuste con los ritmos circadianos naturales puede tener efectos perjudiciales en la salud y el rendimiento estudiantil.

En este contexto, el sociólogo Daniel Gabaldón respalda el último informe de la OCDE que busca reducir el abandono escolar en España. Aboga por detener la propagación de la jornada intensiva en los lugares donde todavía se está votando su implementación, y sugiere evaluar de manera científica las consecuencias en la salud de los estudiantes.

En conclusión, la investigación llevada a cabo por Daniel Gabaldón y Kadri Táht resalta cómo el horario intensivo en el alumnado puede tener un impacto negativo en varios aspectos clave de la vida estudiantil, incluyendo el descanso, la alimentación y la carga de trabajo. A medida que se toman decisiones en cuanto a los horarios escolares, es fundamental considerar las evidencias científicas y los efectos que estas decisiones pueden tener en la salud y el bienestar de los estudiantes.

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